En la tabla periódica de elementos, el cobre es el número atómico 29, símbolo Cu. Es un elemento del grupo 11 y período 4 y pertenece a la familia de metales como la plata y el oro. El cuerpo humano contiene trazas de cobre (entre 100 mg y 150 mg en total), que se encuentran en el núcleo celular, el citoplasma y las mitocondrias. Su bajísima concentración en el organismo y nuestro bajísimo requerimiento diario le han valido el nombre de oligoelemento, aunque su papel es vital. Este metal rojo ha sido utilizado desde la antigüedad por los griegos, egipcios y aztecas para combatir enfermedades e infecciones. Hicieron preparaciones de cobre para tratar dolores de garganta y erupciones en la piel. No fue hasta el siglo XIX, cuando se descubrió la relación entre los patógenos y las enfermedades, que los científicos se interesaron en las propiedades antibacterianas del cobre. En marzo de 2008, la Agencia de Protección Ambiental de EE. UU. (EPA) aprobó el cobre y sus aleaciones como agentes antibacterianos capaces de combatir el crecimiento de algunas bacterias potencialmente mortales. En grandes dosis, el cobre es tóxico y venenoso, por lo que los alimentos no deben almacenarse en recipientes de cobre.

El cobre está presente en pequeñas cantidades en todos los alimentos. Sin embargo, algunos alimentos contienen cantidades superiores, como el hígado de ternera (20 mg/100 g), el hígado de cordero (8,5 mg/100 g), la levadura de cerveza (5,3 mg/100 g), el cacao (2,7 mg/100 g), las semillas oleaginosas como como anacardos (2 mg/100 g) y nueces de Brasil (1,75 mg/100 g), mariscos, especialmente bígaros (1,7 mg/100 g), cangrejos y ostras (1,5 mg/100 g), buccinos (1,3 mg/100 g) y gambas (0,8 mg/100g). El cobre también se encuentra en cantidades interesantes en legumbres como judías blancas y rojas, lentejas, garbanzos (0,25 mg/100 g de media) y cereales integrales.

En el organismo, el cobre es un constituyente de varias enzimas, que intervienen en el metabolismo de los hidratos de carbono, los lípidos y el hierro. También se utiliza en la producción de hemoglobina, participa en el sistema inmunológico y en la producción de melanina. El cobre también está involucrado en el crecimiento y mantenimiento de la masa ósea y cartilaginosa. Finalmente, el cobre tiene un papel antioxidante, lo que lo hace interesante en la lucha contra el envejecimiento prematuro de las células. En la suplementación, el cobre se utiliza en oligoterapia para tratar la fiebre y la gripe, la inflamación reumática y la artrosis. También puede estar indicado en caso de deficiencia de hierro.

La ingesta recomendada de cobre es de 1 mg/día para mujeres y 1,3 mg/día para hombres y aumenta de 0,5 mg a 1 mg/día para deportistas. La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria ha establecido un límite seguro de 5 mg/día para un hombre adulto. El oligoelemento cobre se encuentra con mayor frecuencia en forma de solución líquida, para tomar con el estómago vacío antes de las comidas. En general, se recomienda tomar cobre durante dos o tres meses, sin exceder una dosis de 1,25 mg por día.

Dado que la absorción de cobre está directamente relacionada con la de zinc y hierro, una ingesta muy alta de hierro o zinc (relacionada con un suplemento medicinal) puede reducir la absorción de cobre. El alcohol y la vitamina C también pueden interferir en su absorción. Una ingesta excesiva de cobre durante un tiempo prolongado puede favorecer la aparición de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer o el Parkinson.