Fiebre curativa
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Cómo producir fiebre curativa
Atacando la piel con frío la obligamos a desarrollar calor por reacción nerviosa y circulatoria. Exponiendo la piel al conflicto con el frío del aire o del agua, obligamos al organismo a desarrollar calor externo para defenderse. Este calor lo lleva la sangre, que de este modo es desalojada de las entrañas. Cuanto más activa y prolongada es esta reacción del calor que sigue a la aplicación fría, más intenso y duradero será el beneficio obtenido. La reacción será optima cuando el cuerpo esté sudando y el agua lo más fría posible, cuidando la reacción por medio de ejercicios o abrigo adecuados. También es posible combatir la perjudicial fiebre interna mediante el calor del sol o del vapor. E este caso se debe alternar el calor con frotaciones de agua fría, tal como se explica más adelante al hablar de mi Lavado de Sangre. La acción del sol o del vapor sobre la piel debidamente protegida la congestiona descargando la congestión interior. El sol y el vapor no sólo producen fiebre benéfica sobre la piel, sino que atraen hacia ella las materias malsanas del interior del cuerpo para expulsarlas por los poros. Es erróneo creer que basta con sudar para eliminar eficazmente las impurezas orgánicas. Puede existir abundante transpiración con escasas eliminación de lo perjudicial para el organismo. En cambio, la reacción térmica resultado de la mayor actividad nerviosa y circulatoria que despierta en la piel el conflicto con el frío del agua, atrae a la piel la congestión malsana del interior del cuerpo, permitiendo a los poros la expulsión de los venenos de la sangre por simple exhalación, aunque no se sude. Por último, en casos de pulmonías, asmas y parálisis, cuando la piel del enfermo está fría y cadavérica, restregar el cuerpo con ortigas frescas despierta en el cuerpo una enérgica reacción nerviosa y circulatoria, es decir, fiebre artificial. Esta reacción es análoga al efecto que antes la medicina procuraba obtener con las ventosas y cataplasmas. Las congestiones pulmonares, renales o hepáticas se conducían hacia la piel mediante la acción de ventosas que, al congestionar la superficie del cuerpo correspondiente al órgano afectado, producían la descongestión interior. Las cataplasmas de mostazas aplicadas a las piernas o los pies de una víctima de congestión cerebral atraen fuertemente la sangre descargando la cabeza. Todo lo expuesto nos lleva a la conclusión de que las dolencias sólo pueden curarse mediante fiebre o calentura externa, porque solamente ella es capaz de activar la expulsión de las materias dañinas al organismo a través de los poros y, al mismo tiempo, descongestionar los órganos internos para combatir la fiebre destructiva de las entrañas. En lo que se refiere a la fiebre local es preciso actuar sobre la parte o el órgano afectado refrescando localmente y derivando las impurezas acumuladas que causan la inflamación a través de los poros. También en aplicaciones frías y calientes tenemos los desinflamantes adecuados para tratar la fiebre o calentura localizada en tumores, congestiones, irritaciones, heridas o úlceras, ya sean originadas por depósitos de materias extrañas, por golpes o por otros accidentes.
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