Vacunas
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Vacunas
Las vacunas son preparados biológicos que, una vez inyectados, simulan el encuentro con el agente infeccioso como si se hubiera entrado en contacto con la infección natural, sin provocar por ello la enfermedad ni sus complicaciones. La eficacia de las vacunas se basa en la capacidad de nuestro sistema inmunológico para crear células de memoria que recuerdan qué patógenos extraños han atacado nuestro cuerpo. Estas células permiten obtener una respuesta inmunológica mucho más rápidamente que en un primer contacto con el agente infeccioso, evitando así que el patógeno dañe al organismo mientras este último produce una respuesta inmune adecuada, operación que podría tardar hasta algunas semanas.
Historia de la vacunas
La historia del descubrimiento de las vacunas comenzó en 1796 con Edward Jenner, un médico inglés, que observó que las lecheras que contraían viruela bovina y posteriormente se recuperaban no contraían la viruela. Luego intentó darle a un niño, James Phipps, material de una pústula de viruela vacuna. Seis semanas después de esa administración lo infectó con el virus de la viruela humana y lo que notó fue que, tal como había pronosticado, el joven no desarrolló la infección. Por lo tanto, Edward Jenner fue el primero en probar con éxito una vacuna y la idea de utilizar virus animales para combatir enfermedades humanas ha continuado hasta el día de hoy. Además, fue él quien acuñó este nuevo significado de la palabra vacuna para describir su descubrimiento; La etimología de la palabra vacuna deriva de hecho del adjetivo latino vaccinus, o derivado de vaca. Su labor inició un largo camino que permitió la erradicación de la viruela, anunciada oficialmente durante la trigésima tercera asamblea mundial de la salud el 8 de mayo de 1980. El siguiente descubrimiento más importante en el campo de las vacunas, después de Jenner, lo realizó unos sesenta años más tarde, en 1855, Louis Pasteur. Observó que las médulas de conejos infectadas con el virus de la rabia ya no estaban infectadas después de unos 15 días de secado. Gracias a este descubrimiento, con una serie de inoculaciones con suspensiones secas de médula espinal de conejo, Pasteur salvó la vida de Joseph Meister, un niño de nueve años que había sido atacado por un perro rabioso. Pasteur allanó así el camino para la creación de vacunas que contenían virus inactivos mediante procesos químicos o físicos. El término vacuna, inicialmente utilizado sólo para referirse a la viruela, fue extendido por Pasteur a todas las vacunas para describir su éxito y honrar el descubrimiento pionero de Jenner. A través de la estrategia de los virus inactivados, se crearon varias vacunas durante el siglo XX, entre ellas la vacuna contra la gripe creada por Thomas Francis a principios de los años 1940, la vacuna contra la polio obtenida por Jonas Salk a mediados de los años 1950 y la vacuna contra la hepatitis A. desarrollado por Philip Provost y Maurice Hilleman en 1991. El siguiente avance en el mundo de las vacunas lo realizó Max Theiler, quien en los años 30 logró atenuar el virus de la fiebre amarilla, un virus humano, cultivándolo en embriones de ratón y de pollo. De esta manera, el virus no era capaz de causar la enfermedad pero podía inducir inmunidad protectora en quienes lo recibían. Esta intuición inspiró a muchos otros a desarrollar vacunas con virus vivos atenuados; En particular, Albert Sabin, formado en el mismo laboratorio que Theiler, creó una nueva vacuna contra la polio utilizando células de mono a principios de los años 1960. Posteriormente, nuevamente con esta técnica, se creó la vacuna para prevenir el sarampión (1963), la de las paperas (1967), la de la rubéola (1969), la de la varicela (1995) y la del rotavirus (2008). Otro punto de inflexión se produjo en la década de 1980, cuando Richard Mulligan y Paul Berg, dos bioquímicos de Stanford, lograron que células de mamíferos produjeran una proteína bacteriana mediante modificaciones del ADN. Este descubrimiento aplicado en el campo de las vacunas permitió el desarrollo de la vacuna contra la hepatitis B (1986) y la vacuna contra el virus del papiloma humano (2006).
Diferentes tipos de vacunas
- Vacunas vivas atenuadas como en el caso del sarampión, rubéola, paperas, varicela, fiebre amarilla y tuberculosis en las que los microorganismos se debilitan con tratamientos y procedimientos de laboratorio adecuados
- Vacunas inactivadas, como las de la hepatitis A o la polio, en las que los virus o las bacterias mueren mediante la exposición a sustancias químicas o al calor;
- Vacunas creadas a partir de antígenos (moléculas que pueden ser reconocidas por el sistema inmunológico) purificados como ocurre con la tos ferina o la Vacuna antimeningocócica en la que, mediante diversas técnicas de laboratorio, se purifican algunos componentes bacterianos o virales
- Vacunas anatoxinas como en el caso del tétanos y la difteria en las que se vuelven seguras las toxinas producidas por estas bacterias, capaces de activar las defensas inmunitarias del organismo pero no provocar la enfermedad
- Vacunas de proteínas recombinantes, por ejemplo las vacunas contra la hepatitis B y el meningococo B, en las que, mediante tecnología de ADN recombinante, se modifica en el laboratorio el material genético de un microorganismo para que produzca el antígeno necesario que luego será recolectado y purificado para ser inoculado
- Finalmente, con la pandemia de COVID-19 se introdujo una nueva y avanzada técnica para la producción de vacunas: la de las vacunas de ARNm
Con esta tecnología, un segmento del ARNm de un virus se fusiona con células humanas y desencadena temporalmente la producción de una proteína particular (proteína Spike). Esta proteína es reconocida como extraña por nuestro sistema inmunológico, estimulando así la producción de anticuerpos.
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