Testosterona
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Testosterona
La testosterona es la hormona sexual masculina que se produce en los testículos. Los niveles de la hormona testosterona son importantes para el desarrollo y las funciones sexuales masculinas normales. Durante la pubertad (en la adolescencia), la testosterona ayuda a los niños a desarrollar rasgos masculinos como vello corporal y facial, voz más profunda y fuerza muscular.
¿Qué es la testosterona?
La testosterona es una hormona producida principalmente por las gónadas (órganos sexuales). Más específicamente, los testículos en personas asignadas como hombres al nacer (AMAB) y los ovarios en personas asignadas como mujeres al nacer (AFAB) producen testosterona. Las glándulas suprarrenales también producen la hormona dehidroepiandrosterona (DHEA), que el cuerpo convierte en testosterona y estrógeno. La testosterona es el andrógeno primario, lo que significa que estimula el desarrollo de las características masculinas. Los niveles de testosterona son naturalmente mucho más altos en las personas AMAB que en las personas AFAB.
El vínculo entre el colesterol y las hormonas sexuales es muy estrecho. De hecho, tanto el estrógeno como la testosterona se producen a partir del colesterol. Por tanto, mantener este último dentro de los niveles considerados normales también es importante para garantizar al organismo la posibilidad de producir cantidades de hormonas sexuales que garanticen la buena salud de los órganos reproductores masculinos, cuyo funcionamiento está regulado tanto por la testosterona como por los estrógenos. No es casualidad que, en comparación con sus pares que disfrutan de una buena salud sexual, los hombres con problemas de disfunción eréctil se enfrenten con mayor frecuencia a alteraciones en los niveles de lípidos en sangre. Los problemas que pueden estar enfrentando incluyen el exceso de colesterol total o LDL. Por todos estos motivos, los hombres parecen tener una buena razón más para mantener sus niveles de colesterol bajo control: proteger su salud sexual. No faltan formas de hacerlo, en primer lugar actuando sobre la nutrición y la actividad física diaria. Sin embargo, sigue siendo fundamental consultar al médico, el único capaz de evaluar la situación individual e indicarle el enfoque más adecuado para minimizar los riesgos que enfrenta el corazón.
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